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Escultura de cara

El enemigo sin cara

Por Laura Giraldo

La cara de un enemigo ha sido imperativa para defender la comunidad y el territorio de todo peligro, pero qué pasa si el enemigo se vuelve difuso y la inseguridad aumenta.

 

En junio 17 de 1971, en medio del surgimiento de los movimientos Hippies y las luchas por los derechos de la comunidad negra, el presidente de momento, Richard Nixon durante una conferencia de prensa declara a las drogas como “enemigo público número uno”. Marcando la que sería la primera la guerra contra las drogas, atacando de manera estratégica, todo tipo de producción y transporte de estupefaciente ilegales alrededor del mundo.

Veinte años después John Ehrlichmann, antiguo asesor del expresidente norteamericano, fue entrevistado por Dan Baum para la revista Harper’s Magazine, y le hizo la siguiente confesión: “¿Quiere saber de qué se trató realmente [la guerra contra las drogas]? (...) La campaña de Nixon en 1968 y la Casa Blanca de Nixon después de la elección tenían dos enemigos: la gente de izquierda que se oponía a la guerra de Vietnam y la gente negra. (…) Sabíamos que no podíamos prohibir la oposición a la guerra, tampoco podíamos prohibir ser negro, pero si lográbamos que el público asociara a los hippies con la marihuana y a los negros con la heroína, y luego criminalizábamos ambas sustancias fuertemente, podíamos golpear a ambos grupos. Podíamos arrestar a sus líderes, allanar sus casas, intervenir sus reuniones y estigmatizarlos noche tras noche en los noticieros vespertinos. ¿Sabíamos que estábamos mintiendo acerca de las drogas? Claro que sí.”

Y la estrategia de encontrar un enemigo público común se intensificó. George W. Bush con los terroristas, Donald Trump con los migrantes, e igualmente como no podría faltar en Colombia, Uribe con las FARC.

Beck, uno de los iniciadores de la terapia cognitiva, dice que las cogniciones reflejan la configuración de la persona a cerca de sí mismo, del mundo, del pasado y del futuro. Él conceptualiza dos de las distorsiones cognitivas como las modalidades de procesar la información propia de un momento evolutivo anterior. Entre ellas está el "pensamiento primitivo" que se caracteriza por ser: global y no dimensional, absolutista, invariable e irreversible. Y “el pensamiento maduro” es reconocido por ser multidimensional, relativo, variable y reversible. Este último es uno que se demora más en conseguir y solo tras una capacidad crítica se logra obtener.

Entonces el usar la palabra enemigo en cualquier discurso dirigido a un público nacional, hace que el pueblo se ponga en estado alerta sin necesidad de procesamiento arduo ni de pensamiento crítico. La estrategia se hace efectiva, se atrae a la gente a través de emociones primitivas tales como el miedo mismo.

En Colombia para ser más precisos, el uso de la palabra FARC, durante el gobierno de Uribe y un tanto el gobierno de Santos era sinónimo de terroristas, asesinos, masacradores, narcotraficantes y responsables de todo el mal existente en el país. Discurso muy efectivo durante el tiempo que duró. Hasta que llegó el acuerdo de paz con el grupo armado. El proceso duró cuatro años e involucró expertos en el tema del conflicto colombiano tanto nacionales como internacionales. Durante estos años al país le tocó comenzar a ver a las FARC menos como un enemigo y más como la repercusión de una problemática social e igualmente de decirle adiós al tan cómodamente llamado enemigo.

“Las balas escribieron nuestro pasado, la paz escribirá nuestro futuro” fue la frase con la que Mabel Lara, periodista colombiana, introdujo la firma de los acuerdos entre el gobierno colombiano y las FARC, el 24 de septiembre del 2016 en la ciudad de Cartagena. Tres años más tarde, la imagen de Aquileo Mecheche, rector de la comunidad de jagual y miembro perteneciente de al cabildo mayor indígena de Bajo Atrato, apareció en las noticias nacionales de Colombia. Sumándose a la lista de la masacre de los defensores de los derechos humanos del país. Según la Defensoría del Pueblo colombiana van 462 muertos registrados desde el año de la firma de los acuerdos. Y ya no había un grupo armado llamado FARC para culpar.

Según Carlos Negret, presidente de la defensoría del Pueblo, se les da tres razones a los asesinatos de líderes: unos están relacionados con la expansión de la guerrilla del ELN y los enfrentamientos que tiene con la fuerza pública y otros grupos armados. Otros se asocian con la disidencia de la disuelta guerrilla de las FARC. Sin quitar que algunos se pueden conectar con la "consolidación del área de dominio de los grupos armados" en diferentes departamentos del país.

Este es uno de los argumentos más construidos que responden a la situación de los asesinatos de los líderes sociales. Y con el se ha evidenciado que no hay una construcción clara de quienes pueden ser los responsables de tal masacre. Son muchos los involucrados e igualmente no hay una cara que pueda representar el peligro. Y llega la pregunta, ¿entonces de quién nos podemos defender si no hay nadie que tome la responsabilidad de ser el malo?

Con la firma del acuerdo de paz, lo único que se pudo evidenciar es la presencia de más grupos armados y el resurgimiento muchos otros. Ya el enemigo no era único. En Tumaco, centro de distribución de cocaína del Pacífico, en las aldeas de Chocó, o en zonas de contrabando en la frontera con Venezuela.

El ELN, otra guerrilla se encuentra de una manera descentralizada en el país, lo que hace que tenga ni pies o cabeza para verlos como una estructura sólida. También están las Autodefensas Gaitanistas, el mayor grupo neoparamilitar del país, que no tienen ningún fin revolucionario. Sin contar, las disidencias mal integradas de las FARC y las AUC, las Aguilas Negras y muchos más. Son todos pero no es nadie.

La máscara de un malo único se comenzó a desborrar, y la incertidumbre es aun mayor. La problemática se extiende, se expande y se profundiza. Y Colombia al igual que muchos países se ve enfrentado ante un conflicto posmoderno en su mayor expresión. Tal como lo mencionan Barone y Raquel Martínez, doctores en Sociología de la Universidad de Barcelona, “impera lo fragmentario, lo efímero, lo discontinuo, el cambio caótico, el pluralismo, la coexistencia de un gran número de mundos posibles o más simplemente, espacios inconmensurables que se yuxtaponen o superponen entre sí.”

Todo es confuso y difuso. Ya no existe donde imperaba el bien y el mal. Ya no hay Uribe que valga, no hay salvador que venga, ni enemigo que importe.

Los líderes sociales están muriendo diariamente y aún hay un desgaste con la pregunta de contra quién luchar. Pero la pregunta está siendo mal formulada, sería más sensato comenzar a pensar en cómo luchar, para pasar de un pensamiento primitivo hacia uno maduro. Es una constate social enfrentarse ante problemáticas que invitan al crecimiento y la maduración de la comunidad, tras tener una mirada crítica. Entonces no nunca va importar el quién se va esconder tras la cara del enemigo, siempre va haber incluso más de uno, sino el qué hacemos nosotros como sociedad para enfrentarnos a la invisibilidad de nuestros problemas mismos.

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